Recientemente he trabajado mucho con el legado del beato Jurgis Matulaitis, un gran confesor lituano que murió en 1927. Escribió en su diario: “Señor, permíteme ser un trapo de cocina en tu Iglesia, apto para limpiar suciedad y luego ser arrojado a algún rincón oscuro. Quiero ser usado y desgastado así para que tu casa esté un poco más limpia y brillante”.
En estos días, cuando una tendencia mundana quiere reformular la vocación cristiana en términos de guerras culturales que hay que ganar, necesitamos esta perspectiva. Nos desafía a dedicarnos fielmente a la obra salvífica permanente de Cristo, a dejarnos usar donde se nos necesita, sin preocuparnos por ser vistos y alabados, buscando el bien porque es bueno, amándolo porque es amable, compartiéndolo porque queremos que los demás sean genuinamente felices. Así es como se produce una verdadera renovación de la Iglesia. Así es como, poco a poco, se renueva la faz de la tierra.
Obispo Erik Varden