El cristianismo consiste en rendirse a Dios, no en intentar manipular a Dios para que haga lo que queremos. Por supuesto, le pedimos que nos sane de enfermedades, arregle relaciones rotas, nos dé la victoria sobre nuestros enemigos, ese tipo de cosas. Pero el cristiano siempre debe saber que Dios es enteramente soberano y que Él puede decidir o no responder a nuestras oraciones como nosotros queremos, pues Él sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. Pensar que Dios, y las cosas de Dios, son una mera “tecnología” que podemos utilizar para conseguir lo que queremos es sacrílego.