12/12/24

Te he encontrado

¡Te he encontrado en muchos lugares, Señor! Te he sentido palpitar en el silencio profundo de una ermita alpina, en la penumbra del sagrario de una catedral vacía, en el palpitar unánime de una muchedumbre que te ama y llena las arcadas de tu iglesia de cantos y de amor. Te he encontrado en la alegría. Te he hablado más allá del firmamento estrellado, mientras, de noche y en silencio, volvía del trabajo a casa. Te busco y a menudo te encuentro. Pero donde siempre te encuentro es en el dolor. Un dolor, cualquier dolor, es como el toque de campana que llama a la esposa de Dios a la oración. Cuando la sombra de la cruz aparece, el alma se recoge en el sagrario de su intimidad y, olvidando el tintineo de la campana te “ve” y te habla. Eres Tú, que vienes a visitarme. Y yo te respondo. “Heme aquí, Señor. A ti te quiero, a ti te he querido”. Y en este encuentro, mi alma no siente su dolor, pues está como como embriagada de tu amor, invadida por ti, embriagada por ti; yo en ti, Tú en mí, a fin de que seamos uno. Y luego vuelvo a abrir los ojos a la vida, a la vida menos verdadera, divinamente aguerrida, para librar tu batalla.

Chiara Lubich: "Meditaciones", 1964.