El llamado "nuevo ateísmo" (que nunca fue nuevo, pero esa es otra cuestión), en su momento de mayor apogeo, criticaba a las religiones en general, y al cristianismo en particular, por su supuesto irracionalismo. Sin embargo, hoy en día las acusaciones de los detractores del cristianismo son en gran medida morales, en lugar de racionales: nos atacan no por transgredir la razón, sino los dogmas sociales contemporáneos. Es decir, a los cristianos no se nos critica tanto porque creamos en milagros, sino por afirmar que los hombres y las mujeres son fundamentalmente distintos; que el sexo está reservado al matrimonio; que el matrimonio es una unión de por vida entre un hombre y una mujer, y está ordenado naturalmente a la procreación; y que el género de una persona corresponde al sexo que Dios le ha dado y es inalterable.