Un alma que ama es un pequeño sol en el mundo, que transmite a Dios. Un alma que no ama, vegeta, y es poco de la Iglesia, nada de María, antítesis de Cristo.
El mundo necesita una invasión de amor, y esto depende de cada uno. El hombre es el aljibe de este precioso elemento; el hombre en gracia de Dios.
Chiara Lubich: "Meditaciones", 1964.