12/12/24

Cristo será mi claustro

No es precisamente el ruido exterior de la radio incesante del vecino, o el estrépito de los coches, o los gritos de los vendedores ambulantes, lo que quita el encanto a mi casa; es más bien cualquier bullicio dentro de mí lo que hace de mi morada una plaza sin protección de muros, porque está sin protección de amor.

El Señor está dentro de mí. Él querría mover mis actos, impregnar con su luz mi pensamiento, avivar mi voluntad, darme, en definitiva, la ley de mi estar y de mi andar.

Pero a veces está mi yo que no lo deja vivir. Si éste deja de estorbar, Dios mismo tomará posesión de todo mi ser y sabrá dar a estos muros la categoría de una abadía, y a esta casa la sacralidad de una iglesia; a mi forma de sentarme en la mesa, la dulzura de un rito; a mi atuendo, el perfume de un hábito bendecido; y al timbre de la puerta o del teléfono, la nota alegre de un encuentro con los hermanos que rompe, al tiempo que prolonga, el coloquio con Dios.

Chiara Lubich: "Meditaciones", 1964.