3/11/24

Personas tratadas como objetos

Siempre que explico a mis alumnos las razones por las que la Fecundación In Vitro (FIV) es, para los católicos al menos, un desorden moral grave observo en ellos las mismas caras de pasmo e incredulidad. ¿Acaso los niños nacidos por este procedimiento son menos personas que los demás, poseen una menor dignidad?, me preguntan.

Es sencillo contestar: Un católico, cuando un espermatozoide fertiliza un óvulo, sabe que se halla ante una nueva persona, con una dignidad intrínseca, independientemente de en qué condiciones se haya producido esa fecundación. Evidentemente, las condiciones idóneas de fecundación son las determinadas por una relación sexual, fruto del amor conyugal entre un hombre y una mujer, unidos en esa realidad sacramental que llamamos matrimonio. Pero, incluso en condiciones moralmente cuestionables, como son una violación; una relación sexual fortuita, anónima, y en la que el amor está ausente; o una FIV, un católico ve siempre a una persona intrínsecamente digna.

Otra cosa es lo que "ven" quienes estén dispuestos a abortar a la criatura, tras una violación o una relación fortuita. Quizás más que una persona ven un "inconveniente". O quienes no encuentren reparos morales en "ver" a su hijo como el resultado de la "prestación de un servicio" por parte de un "proveedor" con el que ellos, los "progenitores/clientes", firman un contrato y acuerdan una retribución. Una retribución que puede incluir, por si lo anterior fuera poco, la eliminación o congelación de embriones "sobrantes", o la reducción embrionaria.

El fin no justifica los medios. Pero ya hay clínicas FIV "de barrio", como las academias de inglés, los gimnasios, o los centros Kumon. Un mundo feliz.