Todos los totalitarismos, pasados y actuales, parten de una promesa: la construcción de un reino de paz y prosperidad sin cruz. Es, en cierto modo, una actualización permanente de la tentación inicial: "seréis como Dioses".
En no pocas ocasiones los movimientos totalitarios se han apoyado en un supuesto fracaso en la construcción del reino de paz, justicia y amor asociada al proyecto cristiano. Sin embargo, Cristo nunca garantizó el éxito en dicha construcción. Es más, Él mismo se preguntaba si encontraría fe en la tierra a su vuelta al final de los tiempos para restaurar todo efectivamente en Él.