17/9/21

Sentido y capitalismo emocional

Muchas personas pretenden encontrar sentido a sus vidas en la maximización del placer y la minimización del sufrimiento. Decíamos en otra ocasión que por placer se entiende hoy en día, mayoritariamente, la satisfacción de un deseo, experimentar una emoción positiva. Sufrir, por contra, es el resultado de tener lo que uno no quiere, o querer lo que uno no tiene.

Existe toda una industria dirigida a la generación y consumo de experiencias positivas. Esta industria ha refinado mucho los mecanismos de sistemático bombardeo de nuestros centros de placer, en busca de nuestra gratificación sensorial, derivada del consumo emocional. 

El objetivo de cualquier industria es siempre generar una adicción en el consumidor. En este caso, la búsqueda compulsiva y constante del placer instantáneo termina generando angustia, ansiedad y sufrimiento, lo que, como decíamos al principio, termina reduciendo el sentido de la vida de estas personas. Se entra así en una acedía, una tristeza profunda y duradera, de la que tratan de beneficiarse otras industrias modernas: la de la auto-ayuda, la de la psicoterapia, o la de los fármacos ansiolíticos.

Hay quienes creen que esta dinámica tan tóxica debe alterarse mediante la implantación de un nuevo paradigma socio-económico, mediante una nueva política, mediante un uso alternativo de la ciencia y la tecnología. En mi opinión, es un error. Mi tesis es que la única solución sostenible proviene de la religión. Los sistemas religiosos operan sobre la voluntad del hombre, activando la guarda del corazón y la vigilancia espiritual, pues proporcionan a éste una estructura estable de generación de sentido: la trascendencia.