Las modernas tecnologías de comunicación, mediante su "encapsulamiento personal", pueden impedirnos practicar las destrezas que nos ayudan a construir comunión, con el resultado de que nos volvemos cada vez más intolerantes con lo extraño y con las personas que no piensan como nosotros. Conversando con los demás en persona, deliberando, o incluso aprendiendo a disentir respetuosamente, ejercitamos el arte de sacrificar nuestra comodidad por el bien común.