9/9/25

La IA y sus tentaciones

Creo recordar que fue san Agustín quien decía que los demonios no nos obligan a pecar; nos estudian, disciernen nuestras debilidades y luego ofrecen tentaciones que se ajustan a nuestros vicios. El peligro, por tanto, no reside en la fuerza del demonio, sino en nuestros propios apetitos no examinados. Es decir, nos tienta lo que ya deseamos. Por eso los Padres advierten con tanta frecuencia contra la curiosidad: no el deseo de conocer la verdad, sino el impulso incesante de buscar estímulos y novedades. Así, Juan Casiano insiste en que la primera defensa contra la tentación es la estabilidad de la atención. Es esta una batalla que se libra en lo cotidiano: la dirección de la mirada, la fijeza del corazón. 

Desde esta perspectiva, los paralelismos con nuestra interacción con la IA son sorprendentes. El cristiano debe practicar la vigilancia espiritual y la vigilancia de los ojos. En la actualidad, esto significa tratar a la IA no como una fuente de autoridad que valide nuestra identidad personal, sino como una mera herramienta que no debe recibir nuestra atención ni nuestra confianza.