No espero ser el primero que se haya dado cuenta de que la televisión en abierto se ha convertido, en sus contenidos y formatos, en un medio orientado a su única audiencia fiel: los ancianos. Desde hace mucho no hay programación para niños, ni la hay para jóvenes. Predominan los concursos televisivos, las telenovelas, las noticias de sucesos, y el hiperanálisis realista y sentimental de todo cuanto algún algoritmo especializado en los intereses de este grupo social decide que "es noticia". Supongo que vivimos los estertores postreros de un medio que sabe que carece de un modelo de negocio demográficamente sostenible, pues los nuevos ancianos del futuro inminente ya hoy no ven la televisión, habituados como están al uso de internet y de plataformas de contenidos.