A veces, para seguir la voluntad de Dios es necesario esperar. Esperar una respuesta, esperar a un siguiente paso, esperar por algo. Pero esperar es algo que hoy no se entiende muy bien. Todo tiene que ser instantáneo. Esperar, en el sentido de no hacer nada, es considerado una forma inaceptable de indolencia, casi una frivolidad. Sin embargo, hay ocasiones en las que pararse, y esperar a que Dios haga su parte, es justo lo que hay que hacer.