4/2/24

¿Del bienestar a la fe?

Una cuestión, latente en cualquiera que se aproxime actualmente al fenómeno religioso (fundamentalmente católico), es la siguiente: ¿por qué la fe es vista por nuestros coetáneos como algo irrelevante, innecesario; algo que, más que rechazo, causa indiferencia? Quizás sea porque el utilitarismo dominante en nuestro estilo de vida exige un "para qué del creer". No parece descabellado, pues, pensar que la utilidad pudiera ser, hoy, el rasgo que haga inicialmente creíble para muchos la propuesta cristiana.

Tradicionalmente, la propuesta cristiana se ha centrado en la Revelación, combinada con el testimonio personal de la experiencia de la fe. Hoy esta aproximación parece mostrarse insuficiente, al menos con un buen número de personas. Quizás deba ser matizada o complementada. Pero, ¿cómo?

Es indudable que el hombre contemporáneo es particularmente sensible al bienestar. Y, sin querer convertir al cristianismo en una religión del bienestar (sería un reduccionismo inaceptable), sí que deberíamos ver la fe, en su propuesta al hombre contemporáneo, como una instancia promotora y reparadora de la vida, generadora de sentido y plenitud (un "hospital de campaña", en palabras del papa Francisco). Esto, en sí, contiene la dimensión salvífica, y puede llevar a un cambio de estilo de vida marcadamente cristiano (conversión). Nos estamos refiriendo a un modelo de bienestar en el que domine lo eudemonista frente a lo puramente hedonista (tan característico del hombre contemporáneo); es decir, una propuesta en la que predomine la autoaceptación, la autonomía, la calidad de las relaciones personales, y lo trascendente como posibilidad, frente a la mera satisfacción vital, los afectos positivos, y el placer proporcionado por lo estrictamente inmanente.