24/1/24

Sentido y atención

Somos una especie orientada, como las demás, a la supervivencia; pero también, y a diferencia de las demás, a dotar de sentido a la existencia. Si nuestra supervivencia se ve amenazada, o si no conseguimos dotar de un sentido a ésta, padecemos ansiedad y depresión, caemos en adicciones, e incluso en ideaciones suicidas.

De manera general, podemos distinguir dos estructuras generadoras de sentido. Por un lado, tener relaciones personales satisfactorias, bien sean con familiares, amigos o compañeros de trabajo, sabemos que proporciona sentido, siempre y cuando dichas relaciones nos hagan sentirnos valorados, y percibamos que tienen un impacto positivo sobre los demás. Resulta obvio que nuestra sociedad no favorece este tipo de relaciones; de hecho, favorece justo lo contrario: el individualismo, la desconfianza mutua, la deconstrucción familiar, y la competitividad laboral.

Una segunda estructura generadora de sentido es la religión, que aquí debe entenderse en sentido amplio: la toma de conciencia de que la persona forma parte de una cosmovisión trascendente. No parece que el secularismo cientificista, origen y causa del indiferentismo religioso que padecemos, haya convertido a la correspondiente cosmovisión materialista en fuente de sentido.

Afortunadamente, reparar estas fallidas estructuras de sentido es relativamente sencillo. Basta con recuperar el hábito de la atención. Si prestamos atención, de manera auténtica, directa, sin metaversos ni realidades virtuales, a las personas que tenemos a nuestro alcance, y a la porción de Creación que nuestros sentidos detectan sin amplificaciones tecnológicas, progresivamente anidará el sentido en nuestro interior. ¿Hacemos la prueba?