Creo que sé lo que falta para la felicidad. Una vida apacible, recogida, en la lejanía de nuestra provincia, con la posibilidad de hacer el bien a esas personas a las que es tan fácil hacer el bien al que no están acostumbradas; luego, el trabajo..., un trabajo que, según parece, es de provecho; luego, el descanso, la naturaleza, los libros, la música, el amor al prójimo; esa es la felicidad para mí, y no pienso que haya algo superior a ello. Y ahora, por encima de todo esto, una persona amada, una familia; quizá todo lo que un hombre pueda desear.
L. Tolstoi: "La felicidad conyugal", 1859.