Nuestra vida se inicia con la concepción, en un chispazo divino que nos sitúa ante un objetivo "póstumo": alcanzar la vida eterna, si somos santos y tenemos fe en la misericordia de Dios. El "tramo terrestre" de nuestra vida es así la oportunidad para nuestra santificación.
Santificarse es un proceso que se inicia reconociendo a Cristo como maestro, y a nosotros como sus discípulos, reunidos en la Iglesia. Ser discípulo supone la búsqueda fiel y perseverante, en todo momento y circunstancia, de la voluntad de Dios. Nuestros recursos para ello son dos: la oración y la vida sacramental, inspiradas por el Espíritu Santo.
Santificarse es un proceso que se inicia reconociendo a Cristo como maestro, y a nosotros como sus discípulos, reunidos en la Iglesia. Ser discípulo supone la búsqueda fiel y perseverante, en todo momento y circunstancia, de la voluntad de Dios. Nuestros recursos para ello son dos: la oración y la vida sacramental, inspiradas por el Espíritu Santo.