Es tiempo de nuevos propósitos vitales. Ahí va uno: Intentar que nuestra vida esté más dirigida por lo mucho de sagrado que hay en ella, y menos por la televisión, las series, el correo electrónico, las redes sociales y la prisa constante. Estoy convencido de que dirigir la vida según este principio exigirá sacrificios que nos parecerán inasumibles, pero ganaremos en serenidad vital, en capacidad para contemplar.