No hemos de bajar la guardia ante el ruido deseoso de eliminar toda la vida interior del hombre, envileciéndola con imágenes e informaciones que son auténticas drogas.
[...]Claro que creemos que Dios habita y vive en nosotros, pero muchas veces no le dejamos la libertad de vivir, de obrar, de moverse y expresarse. Ocupamos todo el terreno de nuestro paisaje interior, durante todo el día y demasiado rato. Nos empeñamos en hacer muchas cosas, en hablar y pensar mucho. ¡Llenamos la morada de Dios de tanto ruido...!
Tenemos que aprender que el silencio es el camino del encuentro personal e íntimo con la presencia silenciosa, pero viva, de Dios en nosotros.
Dios no está en la tormenta, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en el susurro de una leve brisa. Para orar de verdad hay que cultivar y salvaguardar cierta virginidad del corazón; es decir, no vivir y crecer en el bullicio interior o exterior, en la distracción y las distracciones mundanas. Hay placeres que desunen, dividen, separan y dispersan del centro de nuestro ser. La virginidad espiritual, el silencio interior y una soledad necesaria son los fundamentos más seguros de la vida con Dios, en un cara a cara íntimo con Él.
Robert Sarah, "Dios o nada", 2015.[...]Claro que creemos que Dios habita y vive en nosotros, pero muchas veces no le dejamos la libertad de vivir, de obrar, de moverse y expresarse. Ocupamos todo el terreno de nuestro paisaje interior, durante todo el día y demasiado rato. Nos empeñamos en hacer muchas cosas, en hablar y pensar mucho. ¡Llenamos la morada de Dios de tanto ruido...!
Tenemos que aprender que el silencio es el camino del encuentro personal e íntimo con la presencia silenciosa, pero viva, de Dios en nosotros.
Dios no está en la tormenta, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en el susurro de una leve brisa. Para orar de verdad hay que cultivar y salvaguardar cierta virginidad del corazón; es decir, no vivir y crecer en el bullicio interior o exterior, en la distracción y las distracciones mundanas. Hay placeres que desunen, dividen, separan y dispersan del centro de nuestro ser. La virginidad espiritual, el silencio interior y una soledad necesaria son los fundamentos más seguros de la vida con Dios, en un cara a cara íntimo con Él.