En los desiertos cartujos el cementerio ocupa el centro del claustro. En las tumbas no hay nombres ni fechas, ni palabras de recuerdo. De un lado, las cruces de piedra para los generales de la Orden; del otro, las cruces de madera para los padres y los hermanos conversos. A los cartujos se los sepulta en la tierra, sin ataúd, sin lápida: no hay señal distintiva que recuerde una existencia propia. Desde 1084, los cartujos no quieren dejar ninguna huella. Sólo Dios importa. Stat Crux dum volvitur orbis: el mundo gira, la Cruz permanece.
Cardenal Robert Sarah: "La fuerza del silencio". Palabra, 2017.