El amor, siempre duro, y fuerte, y positivo ---¿hay algo más positivo que amar?---, lo hemos dejado en cortesía, en pura cortesía, en no calumniar, en no negar un saludo, en no ofender, en no rehusar la ayuda en caso de grave necesidad.
[...] Más que dar la vida por otro cristiano en un momento dado ---que resulta fácil---, el amor consiste en darle un poco de tu vida durante toda su vida. Un regalo de sonrisas, tu ayuda en su trabajo, tu aliento en su dolor, tu gozo en su alegría, tu amistad sincera, tus delicadezas..., todo lo que contribuya a hacer la vida más agradable a los demás.
El amor fuerte y sobrenatural que nos pide Dios a todos los hombres es el amor al enemigo; pero ese mandato no lo acabaremos de entender nunca si es que no practicamos en primer lugar la amistad y la intimidad sobrenatural y humana con nuestros amigos de siempre.
Jesús Urteaga Loidi, El valor divino de lo humano, 1948.