La verdadera libertad es un estado del alma que nos habilita para hacer la voluntad de Dios en cualquier situación en la que nos hallemos. La libertad remite, por tanto, a la realidad que uno vive, y que acepta como voluntad de Dios, no a una realidad futura imaginada.
Santificarse es el proceso personal, deliberado y guiado por la fe, que conduce a hacer la voluntad de Dios. Ser santo es alcanzar la plenitud de vida: Saber que uno hace exactamente aquello para lo que ha sido creado.