Jesús instituyó la Eucaristía en el Cenáculo, pero reveló su significado en otra cena, en el camino hacia Emaús:
"Su mayor gozo [de los dos discípulos, al volver a Jerusalén] fue hacer comprender a toda la Iglesia que la presencia de Jesús no era una aparición fugitiva, una experiencia individual, un encuentro extraordinario. Su experiencia eucarística demostraba que todos los creyentes tenían derecho a esta presencia, que se trataba de un poder que les había dado para siempre. Siempre que quisiesen, podrían juntarse fraternalmente y celebrar la eucaristía, hacerlo presente entre ellos en la fracción del pan. Cristo les había dejado un remedio para su tristeza, una alegría para su pobreza, un alimento para su hambre.