[Hay quienes] Entienden perfectamente un cristianismo de media hora semanal, lo que dura el precepto de oír Misa, pero no un Cristianismo influyente en la vida pública y privada de los hombres.
Entienden a los cristianos más celosos que frecuentan a diario el templo de Dios, pero apenas se imaginan a esos mismos hombres ambientando con sentido católico la política, la enseñanza, la economía del país.
Entienden un Cristianismo despojado de relaciones sociales, aislado de las profesiones, limitado a "interioridades", como escuela de formación para los menores de edad y consuelo de la vejez en el momento de la muerte.
[...]Y ¡no! Nada de eso es el Cristianismo.
Jesús Urteaga Loidi, El valor divino de lo humano, 1948.