Una amiga me obsequiaba hoy con una porción casera de "carne de membrillo", ahora denominado "dulce de membrillo".
La anécdota es síntoma de que vivimos en una sociedad desencarnada, que abstrae mucho la realidad y casi la virtualiza. De ahí lo de pasar del concreto y corpóreo "carne de membrillo" al volátil y etéreo "dulce de membrillo".