En nombre de la emancipación femenina, hemos creado estructuras familiares sustitutivas para reemplazar el hogar. Con ello hemos aumentado la participación femenina en la fuerza laboral, e impulsado la economía nacional. Pero también hemos incrementado el número de hijos criados por terceros. El capitalismo contemporáneo ha logrado lo que siempre ansió el comunismo soviético: destruir la familia.
Pero no solo la familia, sino también la infancia misma, se subordina a la dinámica capitalista. El horario de las guarderías no se basa en el bienestar de los niños, sino en los horarios de trabajo de los padres. La economía dicta el alcance de la vida familiar y limita el tiempo o el espacio reservado para la vida privada.