23/7/23

Orden aparente, desorden profundo

Releyendo el pasaje evangélico del joven rico (Mt 19, 16-30) pienso en que estaríamos ante un joven virtuoso, con una vida aparentemente ordenada, pero con un anhelo en su corazón: la vida eterna, la plenitud en Dios. A cambio, la exigencia de Jesús es siempre grande: pide un orden profundo, casi inhumano, cuya comprensión plena se nos escapa.

En nuestra realidad cotidiana no es difícil observar situaciones de aparente orden, de acuerdo con criterios humanos, pero sobre las que la Revelación o el Magisterio advierten: están desordenadas. Puede que nuestra tendencia a considerar estas advertencias como meros anacronismos tenga su origen en el miedo a una exigencia profunda.