En 1 Pedro 3, 15 se nos insta a dar razones de nuestra fe a quienes nos pregunten. No pocas veces, convertimos nuestro apostolado en un constante responder a preguntas que la gente no hace. ¿No sería más eficaz llevar primero una vida auténtica que suscite en los demás preguntas y, después, contestarlas?