Tarde te amé
Tarde te amé, Dios mío, hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé. Tú estabas dentro de mí y yo afuera y así por fuera te buscaba y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste.
Tú estabas conmigo pero yo no estaba contigo. Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera;
brillaste y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo;
gusté de Ti y ahora siento hambre y sed de Ti.
¡Ay de mí, Señor! ¡Ten misericordia de mí! Yo no te oculto mis llagas. Tú eres médico y yo estoy enfermo; Tú eres misericordioso y yo soy miserable. Toda mi esperanza estriba en tu muy grande misericordia. Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras.
San Agustín,
Confesiones, X, 26, 37.